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A 50 AÑOS DE LA MUERTE DE PERÓN: EL REINO DEL DESAMPARO Y LA ORFANDAD

1 julio, 2024

– Por Charly Longarini

A mi Viejo

Mediodía en San Telmo, policlinico de Segba. Alguien abre una puerta de una oficina y con el último aliento de entereza sentencia lo insentenciable, «se murió el General…se murió Perón». Carlos, de 22 años, ve como su compañero, después de arrojar la noticia, desaparece por la puerta a punto de romper en llanto.

Carlos se sienta, apoya su cabeza sobre el brazo y se recuesta sobre la mesa. La punzada en el estómago es brutal, nunca le pasó algo así. Se tiene que doblar un poco para poder incorporar aire y darle lugar a la angustia que se niega a soltar el llanto y entonces asi llegaría el posterior alivio. Nada de eso sucede. No logra llorar porque antes que militante es hombre, y los hombres no saben llorar en el momento que deben. En su cabeza hay sonidos, imágenes que aparecen como una película proyectada en el cine Astral de Munro, pero las escenas no son del pasado. No hay proscripciones, ni bombardeos, ni fusilados, ni muertos ni Plazas llenas de unidad. No sabe lo que ve, no entiende aquello que se proyecta en la oscuridad pero la sensación no es buena, no hay alegrías en lo inmediato.

Vuelve en sí, alguien lo sacude porque lo cree dormido, desmayado o muerto. Sólo piensa en tres cosas mientras recupera la serenidad y la lucidez. Piensa en que Perón se murió con el peronismo dividido, sobre todo desde el último primero de mayo, cuando el General echó de la Plaza a parte de la juventud que lo trajo a la Argentina desde el exilio, por lo tanto no hay esperanza de unidad. Piensa en que sin Evita y sin Perón no hay país posible, que eso que reza la marcha «que reine en el pueblo el amor y la igualdad» es un imposible tan grande que cuesta imaginar un futuro donde no reine el desamparo y la orfandad política.

Cuando piensa en la tercera cuestión se pone de pie de inmediato, orfandad y desamparo le hizo pensar en una cuestión que por alguna razón su mente había descartado por completo, que su viejo, a lo mejor, se estaría enterando de «la noticia» en este preciso momento, y supo que debía ir a buscarlo al trabajo para volverse juntos en el tren. Porque tal vez después de todo, habría llegado el momento de que los roles se inviertan y deba ser él quien, por esta vez, deba cuidar a su viejo.


Charly Longarini

Periodista, y lector voraz. Escribe para La Patria Futbolera. Estudia Letras en la Universidad Nacional de Hurlingham. Cinéfilo. Seguilo en sus redes.